Uno empieza a escribir de cine porque le gusta, porque
lo vive y porque más allá de un simple entretenimiento uno ve cada historia
como una visión distinta de lo que nos rodea, y estas historias funcionan a
veces, a ampliar la propia y a criticarla. Es una catarsis, es una terapia
individual que sólo cuesta 50 pesos y los miércoles la mitad.
Escribir de cine, y verlo son actividades que no están
hechas para todos, y no lo digo porque sea una tarea superior, es simplemente
una tarea que requiere un alto grado de adicción y capacidad de soledad; no es
sencillo estar absorto durante aproximadamente dos horas en la historia de
otros y la vida de otros sin pensar en la propia, sin poner atención a lo que
sucede alrededor, sin pensar en si la quincena me alcanzará o no, simplemente
vivir lo que se ve, llenarse de historias nuevas, cuestionarlas, amarlas,
odiarlas, vivirlas y sobre todo, recordarlas.
Escribir de cine es aún más difícil, criticar el
trabajo de otros no es fácil, es un reto; se necesita de mucho conocimiento de
causa, se necesita ser un completo adicto para poder dar una comparación
decente y poder apreciar guiños cinematográficos, poder argumentar si una
película es buena o es mala sin un simple, porque me gustó; se necesita leer,
ver, vivir, viajar, abrir los ojos y la mente; y sobre todo, siempre estar
informado.
Roger Ebert murió el día de hoy, pero deja un legado
que va más allá de la comunión que se pudiera tener de sus opiniones,
simplemente él cambió y atrajo la vista y el respeto de todos a ésta bellísima
actividad, ser crítico de cine; no en vano ganó un Premio Pulitzer y tiene una
estrella en el Hall Of Fame. Él hizo lo que todos anhelamos, vivir viendo
películas, leyendo sobre ellas y hablando sobre ellas, generando respeto y
admiración.
Descanse en paz.
“Of what use is freedom of
speech to those who fear to offend?” (De nada sirve la libertad de expresión a aquellos que temen ofender)
― Roger Ebert
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