Sí, hay una nueva entrega de ésta
saga de autos, carreras (ya no muchas la verdad) y situaciones cada vez más
inverosímiles, pero el encanto sigue y con la muerte de Paul Walker, el morbo y
la curiosidad pueden más. ¿Lo matarán, no lo matarán?
La historia comienza cuando el
hermano mayor de Owen Shaw, el malo que les hizo la vida imposible la película
pasada, Deckard Shaw (Jason Statham) quiere vengar a su hermano que ha quedado
en estado vegetativo por culpa de Dom y su pandilla; resultando ser un villano a
quien deberán temer un poco más que a sus antecesores; y para poder encontrarlo
y detenerlo antes de que destruya medio mundo, tendrán que rescatar a un hacker
que ha creado el “Ojo de Dios” un software con el que es posible rastrear a quien
sea en cualquier parte del mundo con ayuda de todos los dispositivos existentes
con una cámara o una bocina.
Ahora ya no son simplemente
corredores profesionales, son también una especie de James Bond callejero, (ya
ni tanto tampoco, porque todos son millonarios) que luchan por su familia.
Es una película de acción que
cumple con entretener, cuya historia, por demás inverosímil, atrapa al público
y mantiene la personalidad de cada uno de sus integrantes, y no se complica
queriendo ir más allá en la psique de sus protagonistas, lo cual se agradece,
porque es justo esa simpleza la que hace que resulte más fácil una
identificación de cada uno de ellos.
Punto de vista aparte, ésta
debería ser la última entrega, esperemos así sea.
Punto de más por la manera en que
es tratado al personaje de Paul Walker.
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