Quisiera ser grande… mejor no.


Crecer es un sentimiento que conforme pasa la vida va de lo emocionante a lo aterrador, y en el cine tenemos muchos ejemplos de esto, uno que fue parte de mi infancia y que por momentos se antojaba era el que mostraba la película “Big” de 1988 (¡Válgame el cielo, ya tiene 25 años y yo la ví en el cine!) en donde un Tom Hanks ¡joven! representa a un niño cuyo mayor deseo en la vida es ser grande, porque para él crecer es un símbolo de libertad, de no ir a la escuela, no lavar trastes y no hacer tareas; pide su deseo en una maquinita muy sospechosa en una feria, ¡y se le cumple!.

A mi tierna edad este escenario se antojaba mucho; porque cuando eres niño y los maestros te llenan de tareas, las sumas y restas ya están superadas pero toca tiempo a las divisiones, tienes que dormirte temprano porque esos ñoños de la Familia Telerín decían que a las 8 ya era una buena hora para descansar y nuestras madres les hacían segunda, lo que ves que hacen lo grandes es desvelarse hasta la hora que quieren, comer lo que quieran, en general hacer lo que quieran; mientras tú, pequeñín, no puedes hacer nada sin pedir permiso y más vale que no rompas las reglas porque las consecuencias son nefastas.

Pero de lo que en realidad no notamos y Tom Hanks nota hacia el final de la película es que ser grande no es tan fácil como ser niño y hay que disfrutar esta etapa de la vida porque cuando menos pensamos ya somos treintones haciendo lo que Adam Sandler y amigos en “Grown Ups”, y para qué negarlo, sí se ven ridículos.

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