Acabo de ver la película “Él” de Luis Buñuel,
la cita fue en la Cineteca Nacional con motivo de la conmemoración de los 30
años del fallecimiento del director español.
Buñuel fue exiliado a México y aquí realizó
numerosas películas como “Los Olvidados”, “El Ángel Exterminador” y “Él”, su película
más personal y por lo tanto su favorita, es obvio que esa fue la razón por la
cual fue programada en la Cineteca.
La película va de Francisco, un hombre soltero
y maduro que resultó no cumplir con la segunda parte de éste dicho tan famoso
porque se enamoró de Gloria, una argentina recién llegada a la Ciudad de México
que conoce en la iglesia; como princesa en peligro de película cincuentera de
Disney, apenas la ve y se enamora perdidamente de ella, pero no contaba con que
su objeto de deseo estaba ya comprometida con quien resulta ser uno de sus
amigos. Pero Francisco no dejará que su amor acabe de manera tan abrupta,
organiza una cena en su casa, invita a su amigo y le roba a la novia; hasta ahí
todo bien, muchas hasta éste punto de la historia podrían considerar un buen
mozo a Francisco; la historia comienza a ponerse más interesante cuando se
casan; aquí es en donde Graciela descubre que su recién desposado caballero es
un lunático celoso, posesivo y sobre todo un paranoico en la definición más
literal y patológica de la palabra.
Es aquí en donde vemos la magia de Buñuel fluir
y crecer hasta llenarnos de una angustia y alerta innombrables cada que aparece
en escena Francisco, ¿ahora de qué va a sospechar? Y aún peor ¿ahora qué le va
a hacer a su pobre y domada esposa? Jugando con los espacios cerrados, imágenes
religiosas y fetiches enfocados en los pies femeninos, Buñuel hace de la obra
del mismo nombre escrita por Mercedes Pinto, en la que está basada ésta
película, una obra de arte. La belleza con la que es filmada en contraposición
del temor y la lástima que causa el personaje de Francisco hacen de “Él” una
experiencia inolvidable, una experiencia que vale la pena ver en la pantalla
grande y sobre todo una experiencia que a ninguno de nosotros nos gustaría vivir
en carne propia.
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