Luis Estrada lo hace nuevamente, toma elementos
de la cotidianeidad desgraciada y los convierte en un episodio de sátira surrealista
que, para los externos a éste Mundo Maravilloso llamado México, podrán aparentar
ser un capítulo de Los Simpsons llevado al extremo, pero no.
Cómo va a ser posible que una televisora
controle la política y la opinión pública de un país entero, cómo es posible
que los medios y los periodistas manipulen las noticias y las creen, cómo es posible
que un político abiertamente corrupto pueda comprar una verdad alterna, cómo es
posible que la política de un país sea tan corruptible, cómo es posible que los
noticieros creen sus propias notas, cómo es posible que un país se olvide de lo
importante por seguir un caso telenovelesco de la vida real; cómo diantres es
posible que un jefe de estado pueda ser tan imbécil, pues es posible y pasa y
lo vivimos a diario y definitivamente es “La Dictadura Perfecta”.
Con un cartel encabezado por Damián Alcazar, el
protagonista de esta tetralogía del poder, escrita también por Estrada, podemos
conocer la historia de un político corruptísimo, el Gobernador Carmelo Vargas,
quien sirve de chivo expiatorio para tapar las declaraciones estúpidas de un
presidente; y qué mejor manera de cubrir un escándalo, que con otro más grande
y mediatizado. Así comienza El Infierno de éste político que poco a poco hace
valer La Ley Herodes para resarcir el problema y salir airoso; para lograrlo
contrata a la televisora más influyente del país para que, con un paquete de
asesoramiento de imagen, puedan ayudarlo a quedar bien ante la opinión pública.
Luis Estrada no es ajeno a lo que pasa en el
país y sus mayores problemáticas y sin embargo, uno de sus aciertos más grandes
es nunca abordar el tema con la crudeza con la que se vive, es mejor llevarlo
al límite, que muchas veces es igual a la realidad y tratar de satirizarlo lo
más posible, tanto que llega a ser surreal.
“La Dictadura Perfecta” además cuenta con un
soundtrack tan Kubriesco que asusta, y asusta por las implicaciones, que tal
vez yo estoy viendo de más y ni siquiera existen, pero es justamente la
similitud musical la que me recuerda esa lucha por mantener a todos
idiotizados, controlados, fuera de sí y simplemente manipulados al grado de la
indefensión obligada; o simplemente fue un guiño a uno de los directores más reconocidos.
Aún está en el cine, aún no se han encontrado
pretextos para quitarla de las salas, así que aprovechen.
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