Después de 22 años el parque por
fin abrió, el sueño del señor Hammond se hizo realidad y miles de personas
pueden ver dinosaurios como quien ve un elefante en un zoológico; pero como los
humanos no aprendemos de los errores, y la codicia puede corromper hasta al más
bien intencionado de los seres, ahora las atracciones no son suficientes para
los dueños e inversionistas y quieren más, dinosaurios más grandes (really?),
más fuertes, más feroces, con más dientes; sin ponerse a pensar ni por un
segundo en las consecuencias de sus peticiones.
Dirigida por Colin Trevorrow, un
director con muy pocos trabajos en su haber (Safety Not Guarranteed), pero con
el apoyo de Steven Spielberg en la producción ejecutiva, esta esperada película
se aferra a la nostalgia para entregar la versión de un ¿Qué hubiera pasado si
Hammond hubiera tenido éxito la primera vez?
Las atracciones en la película
son infinitas, empezando por el Mosasaurio, un dinosaurio marino de tamaño
descomunal que come tiburones, como los pingüinos pescaditos; cuatro
Velociraptors que al parecer son capaces de entender y obedecer órdenes del ex
militar Owen Grady (Chris Pratt) y la Indominus
Rex, esa especie creada a petición de los inversionistas para atraer más gente
y por consecuencia mucho más dinero al parque.
Es una historia como hemos visto
antes, de desastres al querer jugar con la naturaleza y las mutaciones, que
maravillosamente no decepciona, y esto es porque apela a la más pura nostálgia
cinéfila de quién vió por primera vex en su infancia dinosaurios que parecían muy
reales en el cine. Jurassic World es esa película que pudo haber sido desde una
primera entrega, es esa película que bien pudo habernos ahorrado 2 secuelas, y
definitivamente es la película que todos los amantes de los dinosaurios y
Jurassic Park disfrutarán.
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